Juan Carlos Rizzuto: "Por navegar hago cualquier cosa"

Por: Aldana Goris

Juan Carlos Rizzuto, es un cordobés de 75 años que durante la época de los ´60 y ´70 se destacó en el automovilismo y a causa de un accidente, quedó en silla de ruedas. Hoy se dedica a su otra pasión, la navegación.
  
Juan Carlos Rizzuto en el Club Naútico Córdoba luego de la regata



El sábado 17 de mayo al mediodía, en el Club Náutico Córdoba, ubicado en la ciudad de Villa Carlos Paz, los amantes de la navegación se preparan para correr su próxima regata, incluída la tripulación del "Windy II", un velero D´Angelo, cuyo dueño es Juan Carlos "El Negro" Rizzuto. Minutos más tarde,  él llega solo en su auto adaptado y estaciona en el lugar de siempre. Desde allí, Eduardo Martín , su gran amigo, es quien lo ayuda a trasladarse al muelle en su silla de ruedas. "Es hora de que empiece la función", así llama él al momento en que se transporta desde su asiento al del velero a través de un sistema de aparejo, donde queda suspendido por unos segundos en el aire al igual que los acróbatas en un circo. Nada detiene a este singular deportista de disfrutar de una de sus dos grandes pasiones motivadas por su padre: la navegación. La otra, el automovilismo.


El fanático del viento
Recuerda que todo comenzó tras la construcción del dique Los Molinos allá por 1953, "Un día mi papá alquiló un bote y le puso tres toallones, pero iba muy lento, entonces dije: tengo que hacer un velero. Hice un velero que era una porquería, no tenía destino. Un verano rendí hasta el recreo, entonces agarro y le pregunto a mi papá: si apruebo todo, ¿me comprás un velerito? y me dijo que sí. Me preparé con “mentores” es decir, resúmenes y aprobé todo. Llegué a casa y le tiré la libreta arriba y le dije dame la plata (...) Encontré un botecito en un balneario, una “chalana”, típico bote medio alunado como una banana y bueno eso daba para la plata que teníamos. No tenía vela, ni timón ni nada de eso. Vino mi abuela a verlo y gritaba desde la costa que nos fijemos si tenía brea (aceite que se emplea para calafatear embarcaciones) y lo compramos", dice Juan Carlos. Además agrega, "Le hice un mástil como tiene que ser, foque y mayor. Un timón, un desastre, con maderita de cajón". "El Negro" cuenta que al principio junto con su padre navegaban solo de popa, a orejas de burro hasta que observaron a un velero Star utilizar otros ángulos de viento. A partir de entonces lo experimentaron y quedaron fascinados. “Mi papá y yo teníamos un embale que ni te cuento. Se hizo presentar con Alfredo Maquiavelli y él nos mandó con un señor que nos hizo un palo mas grande”, cuenta Juan Carlos. Sumado a que él mismo dibujaba la vela en el piso de su casa para que su madre se la confeccione con algodón egipcio, ya que no había dacrón. Tras un tiempo de navegar con ese barco, su padre compró otro velero llamado Snipe, el cual era muy rápido pero en aquel entonces, no había categoría para competir con el mismo. “(...) Entonces no me dijo nada y compró un Star que estaba abandonado. Lo hizo barnizar y un día me lo muestra y me dice: ¿Querés que lo tiremos al lago? ¡Cómo lo voy a tirar si no es mío! ¿Cómo que no tonto? Lo compré para vos. Y bueno empezamos a correr en Star. Le compramos después a Maquiavelli el primer Super Star que se hizo en Córdoba, hace 50 años atrás. Con el Star nos cansamos de andar. En Buenos Aires fui el segundo argentino mejor clasificado en los Juegos Panamericanos del 66 pero me enojé, me trataron mal los de Buenos Aires en una regata acá que les gane y entonces me puse a correr en auto”, relata “El Negro”.



Pasión sobre ruedas
Tras preguntarle como fueron sus primeros pasos en el automovilismo, recuerda que “A los siete años, mi papá me sentó al lado y quiso que manejara los cambios de marcha, hasta la marcha atrás. Mi papá siempre me decía que el radio ideal para él, era cortar las curvas y una buena posición de manejo, ya que mucha gente manejaba muy contra el pecho porque los autos no tenían dirección hidráulica. Los autos viejos se rompían fácil, entonces había que tener cuidado con los cambios y todas esas cosas”. Cuenta con orgullo que fue el primero en ganar una carrera cronometrada en el autódromo Oscar Cabalén. En el 68 salió subcampeón, en el 69 y el 70 campeón con Renault Gordini. Además obtuvo el primer puesto en la Carrera de Campeones en Villa Mercedes, San Luis. Años más tarde, le ganó a Jorge Recalde, el famoso corredor argentino nacido en Traslasierra. También participó en el Gran Premio, y luego fue coronado en el Gran Premio Argentino. Por otro lado, expresa con decepción que en más de una oportunidad le ofrecieron dinero a cambio de que deje ganar a otros corredores. “En 1976 acá en las sierras le pegué una viaba a los dos equipos oficiales que eran Fiat y Peugeot, quedé con 39 puntos adelante en el Campeonato Argentino”, agrega Rizzuto.  “El 24 de octubre de 1980 me accidenté en el Rally Sierras de Córdoba camino a Las Jarillas, yendo al observatorio. Se dió vuelta Garcia Vega delante mío, largó borracho la verdad, se tumbó y yo vine de noche, no ví las piedras sueltas, doblé de memoria, se calzó una rueda, me dí vuelta y me rompí la columna”, dice el ex corredor. Actualmente, tiene una Cupé de colección Fiat 1500 y una Cupé Lancia de colección y con ellas ha ganado carreras de regularidad.

Un guerrero dispuesto a todo
“Un poco más tarde volví a mis amores, la náutica. Lo encuentro a un gran amigo, Eduardo Martín y me propone navegar. Al principio iba sentado en el suelo, entonces me dice: “no podes timonear sentado en el suelo” pero yo le respondía “por navegar hago cualquier cosa” y entonces me hizo una silla con un sistema de aparejo que es una maravilla y desde entonces estamos corriendo en un barco de regatas”.  Al preguntarle cómo funcionaba esta silla, comenta que “Antes me agarraban del brazo y me los dejaban todos morados. Entonces, con Eduardo, mirando la botavara que es sumamente gruesa, pensamos en meterle un aparejo. Yo tengo un arnés de lona que es como el gorrito de la señora Ingalls pero al revés, con el que me enganchan y suben con el aparejo. Bajo a la silla ubicada en el velero y me ato en cinco puntos. El quinto punto si lo hubiese tenido en el auto de carreras no me accidentaba, porque las piernas y la cadera tienen un mayor peso que el resto del cuerpo”.  Actualmente, Europa ha desarrollado los pocos avances que han habido en la adaptación de los barcos a los discapacitados. Latinoamérica todavía no cuenta con un  velero de fácil acceso para silla de ruedas. Juan Carlos Rizzuto, gracias su ingenio y el de su amigo Eduardo, lo posee. Si bien es muy precario, por ahora es la única posibilidad que existe para navegar bajo esa condición.


Preparativos previos a la regata


Este gran deportista, cordobés, nacido en Barrio Jardín, padre de dos hijos y que estudió hasta el tercer año de la carrera de abogacía, expresa que le “pone ganas a la vida” a pesar de sus dificultades. “Estoy felíz, contento. Vengo todos los fines de semana al club, por mí estaría todo el día navegando.Yo me río, me divierto, no me gusta estar serio. Aunque me hubiera gustado en esta etapa de la vida viajar más, sigo  peleando la  punta. El otro día ganamos con D´Angelo una regata, segundos en otra y empatamos el primer puesto a la mitad de año. (...) Hace tiempo que siento un cariño grande de todos los muchachos. No conozco a nadie en el club que no tenga un gesto amable para conmigo, soy muy rico en amigos”, concluye “El Negro” Rizzuto, ejemplo de superación y valentía.
                                       

Aquí se lo ve a "El Negro" al timón


Juan Carlos Rizzuto en acción






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